[ Pobierz całość w formacie PDF ] .Guillermo bajó la mirada y permaneció un momento en silencio.Despus dijo:-La ciudad de Beziers fue tomada, y los nuestros no hicieron diferencias de dignidad nide sexo ni de edad, y pasaron por las armas a casi veinte mil hombres.Despus de lamatanza, la ciudad fue saqueada y quemada.-Una guerra santa sigue siendo una guerra.-Una guerra santa sigue siendo una guerra.Quiz por eso no deberan existir guerrassantas.Pero, qu estoy diciendo?, he venido para defender los derechos de Ludovico,quien, sin embargo, est arrasando Italia.Tambin yo me encuentro atrapado en unextrao juego de alianzas.Extraa la alianza de los espirituales con el imperio; extraala del imperio con Marsilio, que reclama la soberana para el pueblo; extraa tambin lade nosotros dos, tan distintos por nuestros objetivos y nuestras tradiciones.Perotenemos dos tareas en comn.E1 xito del encuentro, y el descubrimiento de unasesino.Tratemos de realizarlas en paz.EI Abad abrió los brazos:-Dadme el beso de la paz, fray Guillermo.Con un hombre de vuestro saber podramosdiscutir largamente de sutiles cuestiones teológicas y morales.Pero no debemos caer enla tentación de discutir por mero gusto, como hacen los maestros de Pars.Es cierto, hayuna tarea importante que nos espera, y debemos proceder de comn acuerdo.Pero hehablado de estas cosas porque creo que existe una relación, comprendis?, una posiblerelación, o bien la posibilidad de que otros puedan establecer una relación, entre loscrimenes que se han producido y las tesis de vuestros hermanos.Por eso os he avisado,para que evitemos cualquier sospecha o insinuación por parte de los avioneses.-No debera suponer tambin que vuestra sublimidad me ha sugerido adems una pistapara mi investigación? Pensis que en el fondo de los acontecimientos recientes puedehaber alguna historia oscura, relacionada con el pasado hertico de algn monje?El Abad calló unos instantes, mirando a Guillermo, y sin que su rostro mostraraexpresión alguna.Despus dijo:-En este triste asunto el inquisidor sois vos.A vos incumbe abrigar sospechas yarriesgaros incluso a que no sean justas.Yo sólo soy aqu el padre comn.Y, aado, sihubiese sabido que el pasado de alguno de mis monjes permita abrigar sospechasfundadas, ya habra procedido a arrancar esa mala hierba.Os he dicho todo lo que s.Esjusto que lo que no s surja a la luz gracias a vuestra sagacidad.En todo caso, no dejisde informarme, y a m en primer lugar.Saludó y salió de la iglesia.-La historia se complica, querido Adso -dijo Guillermo con gesto sombro-.Corremosdetrs de un manuscrito, nos interesamos en las diatribas de algunos monjes demasiado117Umberto Eco El Nombre de la Rosacuriosos y en el comportamiento de otros monjes demasiado lujuriosos, y de pronto seperfila, cada vez con mayor nitidez, otra pista, totalmente distinta.EI cillerero, pues.Ycon l vino ese extrao animal, Salvatore.Pero ahora debemos ir a descansar, porquehemos decidido no dormir durante la noche.-Entonces, todava pensis entrar en la biblioteca esta noche? Creis que esta historiadel cillerero es una mera sospecha del Abad?Guillermo caminó haeia el albergue de los peregrinos.AI llegar al umbral se detuvo yretomó lo que estaba diciendo:-En el fondo; el Abad me pidió que investigara sobre la muerte de Adelmo cuandopensaba que algo turbio suceda entre sus monjes jóvenes.Pero ahora la muerte deVenancio despierta otras sospechas.Quizs el Abad ha intuido que la clave del misteriose encuentra en la biblioteca, y no quiere que investigue sobre eso.Y entonces meofrece la pista del cillerero precisamente para apartar mi atención del Edificio.-Pero, por qu no querra que.?-No preguntes demasiado.E1 Abad me dijo desde el principio que la biblioteca no setoca.Sus razones tendr.Quiz tambin l est envuelto en algo que al principio nocrea vinculado con la muerte de Adelmo, y ahora ve que el escndalo se va extendiendoy que l misrno puede resultar implicado.Y no quiere que se descubra la verdad, o almenos no quiere que sea yo quien la descubra.-Pero entonces vivimos en un sitio abandonado por Dios -dije con desnimo.-Acaso has conocido alzuno en el que Dios se sintiese a sus anchas? -me preguntóGuillermo, mirndome desde la cima de su estatura.Despus me dijo que fuese a descansar.Mientras me acostaba, pens que mi padre nodebera haberme enviado a recorrer el mundo, pues era ms complejo de lo que yo crea.Estaba aprendiendo demasiado.-Salva me ab ore leonis -rec mientras me quedaba dormido.Segundo daDESPUES DE VISPERASDonde, a pesar de la brevedad del capitulo, el venerable Alinardo dice cosas bastanteinteresantes sobre el laberinto y sobre el modo de entrar en lMe despert cuando estaba por sonar la hora de la cena.Me senta atontado por elsueo, porque el sueo diurno es como el pecado carnal: cuanto ms dura mayor es eldeseo que se siente de l, pero la sensación que se tiene no es de felicidad, sino unamezcla de hartazgo y de insatisfacción.Guillermo no estaba en su celda; era evidenteque haca mucho que se haba levantado.Despus de118Umberto Eco El Nombre de la Rosadar unas vueltas, lo encontr cuando sala del Edificio.Me dijo que haba estado en elscriptorium, hojeando el catlogo y observando el trabajo de los rnonjes, siempre con laidea de acercarse a la mesa de Venancio para seguir revisndola.Sin embargo, por unou otro motivo, todos parecan interesados en no dejar que curioseara entre aquellosfolios.Primero se le haba acercado Malaquas, para mostrarle unas miniaturas muyexquisitas.Despus, Bencio lo haba tenido ocupado con cualquier pretexto.Acontinuación, cuando estaba ya inclinado para proseguir su inspección, Berengario sehaba puesto a revolotear a su alrededor ofrecindose a ayudarle.Por ltimo, Malaquas, al ver que mi maestro pareca firmemente decidido a ocuparsede las cosas de Venancio, le haba dicho con toda claridad que, antes de hurgar entre losfolios del muerto, quiz convena obtener la autorización del Abad; que l mismo, apesar de ser el bibliotecario, se haba abstenido de hacerlo, por respeto y disciplina; yque en todo caso nadie se haba acercado a aquella mesa, tal como Guillermo le habapedido, y nadie se acercara a ella hasta que interviniese el Abad.Guillermo le habarecordado la autorización del Abad para investigar en toda la abada; y Malaquas lehaba preguntado, no sin malicia, si acaso el Abad tambin lo haba autorizado para quese moviera libremente por el scriptorium o, Dios no lo quisiese, por la biblioteca.Guillermo haba comprendido que no era cuestión de enfrentarse con Malaquas, porms que todos aquellos movimientos y temores alrededor de los folios de Venanciohaban reforzado, desde luego, su inters por conocerlos.Pero tan decidido estaba aregresar all durante la noche, aunque todava no supiese cómo, que haba preferidoevitar incidentes.Se vea, sin embargo, que pensaba en el modo de desquitarse, y, si nohubiese estado buscando la verdad, su actitud habra parecido muy obstinada y quizreprobable.Antes de entrar al refectorio dimos otro paseto por el claustro, para disipar las nieblasdel sueo en el aire fro de la tarde.An habia algunos monjes que se paseabanmeditando.En el jardn que daba al claustro percibimos la figura centenaria de Alinardoda Grottaferrata, que, ya fsicamente intil, pasaba gran parte del da entre las plantas,cuando no estaba rezando en la iglesia
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